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VIVIR para DIOS y para la Iglesia

Tal día como hoy, las Constituciones y Reglas de los Misioneros Oblatos eran aprobadas por el Papa León XII. Eugenio de Mazenod tenía entonces 43 años. La

pequeña Sociedad, que recibirá a partir de aquel momento el nombre de Misioneros

Oblatos de María Inmaculada, contaba con tan solo 10 años de vida y eran un total de 25 miembros. Mirando su realidad, me pregunto qué pasaría por la mente y el corazón de estos hombres cuando recibieron directamente la aprobación de manos del Papa.

La cruz oblata y las Constituciones y Reglas OMI

¿Hacemos un pequeño viaje en el tiempo?


La distancia que separaba la Iglesia de Santa María en Campitelli del palacio donde estaba reunida la congregación de los Cardenales era tan solo de unos pocos pasos. El Fundador esperaba ansioso en aquel hermoso templo el resultado de la deliberación. En el transcurso de la mañana llegó a oír nueve misas y contaba con la firme voluntad de esperar el tiempo que fuera necesario. La espera para conocer el resultado se prolongó hasta la tarde, al parecer alguien se olvidó de avisarle de que la congregación había concluido su encuentro. Quizás así se acrecentó en su corazón el deseo y la alegría que después le desbordó. Finalmente, todo fue de maravilla y el trabajo sobre las últimas modificaciones de las Constituciones concluyó con éxito.


El Papa León XII confirmó la decisión de los Cardenales y aprobó el Instituto. Fue un

hecho asombroso en aquel momento por el feliz éxito de todas las gestiones. La

explosión de gozo del corazón de San Eugenio para toda la familia no se hizo esperar:

Las Constituciones y Reglas de los Oblatos
“la conclusión que debemos sacar, mis queridos amigos y buenos hermanos, es que tenemos que trabajar con nuevo ardor y con una dedicación todavía más absoluta por procurar a Dios toda la gloria que dependa de nosotros, y a las almas de nuestros prójimos la salvación por todos los medios que podamos; que tenemos que adherirnos de corazón y de alma a nuestras Reglas y practicar con más exactitud lo que nos prescriben”

(Al P. Tempier, 18 de febrero de 1826).


Hoy, 196 años después de este acontecimiento de gracia, ¿Qué conclusión sacamos

nosotros? Me imagino al Fundador diciéndonos: ¡alegraos conmigo!, no hay tiempo que perder, tenemos que trabajar con nuevo ardor, con una mayor entrega y dedicación, con una generosidad como nunca antes se haya visto… y sobre todo amar, ¡amar siempre! y adherirnos de corazón a las Reglas, viviendo con fidelidad y alegría.


Eugenio de Mezanod en la visita al papa León XII - 17 de febrero de 1826

Nuestro Instituto, pequeño todavía en su número, como lo era el de los Oblatos en 1826, mira al futuro con esperanza por el inmenso campo que se nos abre y recibe de manos de la Iglesia la misión de continuar la tarea de la evangelización.



¿Y como vivirlo hoy?


Hoy resuenan en mi corazón estas palabras de San Eugenio con las que me encontré hace unos días:

“Vivid para Dios y para la Iglesia, para la santificación de esos pobres infieles, para la Congregación que honráis, como respuesta al bien que ella os ha hecho al acogeros en su seno. Vivid bien unidos, “cor unum et anima una”. Releed sin cesar vuestras santas Reglas. Os santificaréis por la fidelidad en observarlas”

(A los Oblatos de la diócesis de San Bonifacio, 26 de mayo de 1854).


Misioneros Oblatos de María Inmaculada, Misioneras Oblatas de María Inmaculada, es nuestro pasaporte para el cielo, como decía San Eugenio. Hemos recibido un hermoso nombre, en el está dicho todo…. Solo con pronunciarlo nuestro corazón se llena de alegría, Oblatos y Oblatas, somos de María.



Marimar omi

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