Hace unos días celebrábamos los 20 años de la aprobación de nuestro Instituto, y hoy recordamos los inicios de la vida comunitaria. Desde aquel momento han pasado, 24 años. Para unos será mucho, para otros muy poco, y para nosotras un tiempo de gracia para poder reconocer como dice san Pablo (2Cor 4, 7) “llevamos este tesoro en vasijas de barro para que se manifieste que una fuerza tan extraordinaria es de Dios y no de nosotros”.
A pesar de que somos una comunidad muy pequeña, el Señor nos permitió vivir alrededor de personas, que nos ayudaron a ensanchar nuestro corazón para la vida religiosa y su misión. Hemos ido experimentando muchos momentos de alegría y de ilusión desde; la acogida a nuevas hermanas, la apertura de nuevas comunidades y descubrir nuevos retos para lanzarnos a nuevos campos de misión. Esta pequeña vasija de barro también ha tenido sus debilidades; tristeza, desilusión, pérdidas, fracasos, en pocas palabras la vida misma.
Al volver nuestra mirada hacia atrás y hacer una lectura creyente de lo vivido, podemos decir:
Gracias, porque
todo lo nuevo nos ha hecho crecer,
todo lo diferente lo pudimos acoger
y todo lo difícil hemos intentado abrazar.
Sin duda, el Señor sigue haciendo su obra en nosotras, moldeando nuestras vidas, nuestras comunidades. Nos sigue enseñando cómo, dónde y cuándo llevemos a cabo su misión.
Seguimos tras la huellas de Jesús siendo sencillas y humildes vasijas de barro, compartiendo todo lo que somos y tenemos y ante todo cuidando, viviendo y compartiendo nuestra vida comunitaria.
Hoy la alegría se duplica porque las prenovicias Jola (de Polonia) y Theresa (de
Alemania) se unen aún más a nuestro Instituto, iniciando la etapa de noviciado.
En este tiempo de noviciado, van a profundizar más sobre el carisma oblato, nuestra forma de vida comunitaria y nuestra misión. De forma especial, pedimos que recéis por ellas para que sea un tiempo de gracia y de disponer el corazón para que el Señor haga su obra en ellas.
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