¿Dónde estás, Señor? A menudo me lo pregunto… después de todos estos años de Amistad y de camino, aún hay días en que miro a mi alrededor y te pregunto: ¿estás aquí? Y es que a veces me olvido de que has elegido hacerte presente en lo sencillo. Tú, el Creador de todo lo que existe, Tú, el Omnipotente, te dejas ver en lo pequeño.
La Semana Santa ha terminado, los días de Pasión y grandes celebraciones se han acabado y me pregunto, ¿cómo estoy viviendo la Pascua? ¿Soy capaz de reconocer que has resucitado? Los pasajes del Evangelio de estos días iluminan mi vida y entonces soy capaz de descubrirte vivo entre nosotros. A Ti, a un Dios discreto. Tan discreto que María Magdalena te confunde con un jardinero (Jn 20, 15). Tan discreto que el apóstol Tomás necesita tocar tus heridas para poder creer lo que ha ocurrido (Jn 20, 25).
Pero el pasaje que más me impacta es el de los discípulos de Emaús (Lc 24, 13-35). Discreto, te unes a ellos en su camino. Y les hablas. Ellos no te reconocen, pero más tarde se dan cuenta de que tus palabras llenaban su corazón. Yo tampoco te reconozco a simple vista en la gente que encuentro en casa, en la universidad, en el trabajo… pero cuando me voy a dormir y reflexiono, me doy cuenta de que algunas palabras me han llenado el corazón. Con discreción me has hablado a través de la gente que he encontrado.
Eres tan discreto que, aunque estamos en Pascua, todo en mi día a día hace que me parezca estar en el tiempo ordinario. Y te descubro, como los dos de Emaús, en las cosas sencillas: cuando me junto con un hermano para compartir mi fe, cuando leo tu Palabra, cuando participo en la Eucaristía…
Gracias Señor por estar tan presente en mi vida, que te reconozco en los demás.
Gracias por haberte quedado tan cerca, que te encuentro cuando me miro por dentro. Y gracias por ser un Dios discreto para que yo, aprendiendo de Ti, pueda llevarte a los demás con la misma sencillez. Que pueda darte a conocer con mi trabajo y mi alegría.
Gonzalo, laico OMI
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