En este día 25 de enero, aniversario del comienzo de la vida en comunidad de
Eugenio y los primeros oblatos, nos unimos en familia con alegría y acción de gracias por su historia que ya atraviesa los 200 años. En nuestra pequeña historia este año 2022 celebramos los 25 años. ¡¡¡Sí, es increíble, vamos a cumplir 25 años de nuestro inicio de la vida en comunidad, el día 14 de septiembre!!! Es tiempo de agradecer, es tiempo de recordar. Es tiempo de crecer, es tiempo de celebrar.
Tiempo de AGRADECER...
...un camino en el que se palpa la mano providente de Dios, que nos llama en la pequeñez a un grupo de mujeres muy jóvenes (ninguna superaba los 25 años), que cuida con ternura y entrañas maternas a esta comunidad naciente, que anima y guía a través de otros hermanos y hermanas mayores de la Iglesia, que sigue llamando a otras jóvenes a unirse a este carisma como mujeres consagradas y misioneras, que sostiene en la tribulación cuando el horizonte se vuelve oscuro, que unge con su Espíritu a estas hijas suyas para permanecer fieles a su amor salvador y responder a la misión de Jesús cooperando con Él. Algunas lo podemos recordar reviviéndolo como nuestro ayer.
Tiempo de RECORDAR
¿cómo fue posible iniciar una historia que sobrepasaba los sueños de las que nos sentíamos urgidas a responder a tal llamamiento? En primer lugar, lo que nos unía a este primer grupo de 9 jóvenes de diferentes lugares de España era la gracia bautismal, primer germen y regalo recibido desde nuestra más tierna infancia. Nunca
hubiéramos imaginado que esta vida de Dios en nosotras llegaría a encarnarse en una
vida al estilo de las primeras comunidades cristianas, narrado en el libro de los
Hch. 2, 42- 47, y posteriormente en una comunidad naciente de Misioneras Oblatas de María Inmaculada.
En este estilo de vida propuesto por los misioneros Oblatos en las diferentes comunidades de España por los años 80-90, se fraguó nuestra vocación oblata. La experiencia de ser amadas por Jesucristo Salvador fue el motor de nuestro llamamiento: “Llamó a los que él quiso…Y designó a doce para que estuvieran con él y para enviarlos a predicar” (Mc 3, 13-14).
El mismo Espíritu Santo por el que fuimos ungidas en nuestro bautismo, es el que nos hizo experimentar lo que Eugenio sintió antes de iniciar la vida en comunidad con los suyos, “una fuerte sacudida externa” para responder a la llamada que escuchamos. En nuestro caso, comenzar a vivir como misioneras oblatas, religiosas en comunidad, sin ser nada más que un grupo de jóvenes bautizadas, sin líder ni fundador, pero sí con grandes sueños de vivir esta vocación de Misioneras Oblatas de María Inmaculada.
Tiempo de CRECER...
...en comunidades apostólicas, a imagen de Jesús con los Doce y un grupo de hombres y mujeres que le acompañaban (cf. Lc 8, 1-3). Elegidas, curadas, sanadas, como algunas de las mujeres que acompañaban a Jesús. Así recogemos en nuestra C.3, las Oblatas vamos haciendo y creciendo en este camino de ser acompañadas por Jesús y otros discípulos en su Iglesia. Sin embargo, cada vez más nos apremia en nuestro interior, la necesidad de acompañar nosotras a Jesús en su misión, como comunidades, como mujeres llenas de vida recibida para darla al mundo herido que nos rodea.
Tiempo de CELEBRAR...
...el don de la hermana, el don de la comunidad, compartiendo lo que somos y tenemos (cf. C.39), creando ambientes de confianza y libertad en un proceso de evangelización recíproca (cf. C. 48), donde juntas deseamos vivir la responsabilidad de la corrección fraterna y el perdón desde la humildad y con la fuerza de la caridad (cf. C39). Así lo vivimos en el IV Capítulo General, julio del 2019, como invitación del Espíritu a renovar nuestro deseo de vivir en comunión de espíritu y de corazón.
Una mirada hacia el futuro
Desde este encuentro de renovación y discernimiento, destacamos tres aspectos a vivir en los próximos años:
Una mirada creyente de la vida comunitaria para acoger lo que somos y poder celebrar y agradecer el don de la vocación recibida.
Una orientación hacia una misión común.
La acogida y hospitalidad como modos de evangelización.
Estas actitudes son a la vez signos proféticos que responden a las necesidades de salvación del mundo de hoy.
¡Qué mejor modo de celebrarlo que os unáis en este viaje hacia nuestra historia en clave de memoria agradecida! Para este viaje podemos tomar la invitación que nos hacia nuestra Superiora general en este último Capítulo de una mirada del corazón propia del caminante, como María que sale presurosa hacia la montaña:
Adelante: hacia la meta, hacia donde queremos dirigirnos, mirando al futuro con ilusión y esperanza. Nuevos caminos de misión nos esperan.
Hacia atrás: para recordar siempre con agradecimiento quiénes somos y de dónde venimos “este tesoro lo llevamos en vasijas de barro” (2 Cor. 4,7).
Hacia abajo: para ver los obstáculos del camino que nos hacen tropezar
A nuestro lado: para reconocer que hermanos y hermanas caminan con nosotras, compartiendo sus dones de amistad y sus experiencias de vida.
Hacia arriba: para toparnos con la mirada misericordiosa de Dios que nos hace sentirnos hijas y enciende en nosotras el deseo profundo de una verdadera entrega.
¡Camino hacia un encuentro, un magníficat! En el Magnificat de María con Isabel aconteció un encuentro de miradas, con una expresión de gozo exultante desde las entrañas de ambas mujeres, llenas de vida y fecundidad para todo el género humano.
Como este encuentro queremos mirar y celebrar nuestra pequeña historia: celebrar el don de la comunidad, que no es vivir de nostalgias, sino de recordar el paso de Dios en
una historia de presencia FIEL Y PROVIDENTE de nuestro Dios, llena de esperanza y
de deseos de dar vida, y vida en abundancia.
Irene OMI
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