“El mayor enemigo no es la milicia, ni el gobierno, ni otro hombre, sino nuestro miedo”.
Estas palabras forman parte de una de las escenas de la película “La libertad está en nosotros” sobre el mártir polaco Jerzy Popiełuszko. Se pronuncian en el contexto de una confesión donde uno de los trabajadores busca el perdón de Dios porque siente odio al régimen opresor. Jerzy le hace ver que lo que más le amenaza al hombre no es lo que le oprime desde fuera, sino el miedo que lo ahoga desde dentro. Ése es el que le impide ser verdaderamente libre.
Pero ¿cómo puede ser? ¿Puede realmente uno tener miedo de ser libre? ¿No es la libertad algo esencialmente humano que además nos autorrealiza? Si es algo que me hace ser más yo, ¿cómo puedo tener miedo a serlo?
¡Mejor controlado!
Ya en las primeras páginas de la Biblia nos encontramos a Adán, que después de comer el fruto del árbol prohibido, se esconde ante Dios que lo llama y lo busca. A la pregunta por qué lo hace, responde: tuve miedo y me escondí, porque estaba desnudo (cf. Gn 3,10). Adán era libre en el paraíso y libremente decidió comerse el fruto. Esa decisión ha puesto su vida patas arriba. La libertad que pertenece a la esencia de ser humano implica la elección entre el bien y el mal, y la posibilidad de una elección equivocada que traerá consecuencias sobre nuestra vida. Así la libertad aparece como un don potente que recibimos de parte del Creador, pero también como una carga que nos puede atemorizar y amenazar nuestra felicidad. Ante una perspectiva así, uno puede hacer cálculos y preguntarse… ¿no saldría un poco más rentable ser menos libre, pero más seguro? Una libertad a la medida de las posibilidades del hombre, para que no se complique demasiado, algo controlable que ayude a mantener la paz. El control ayuda a manejar el miedo que nos bloquea y nos impide actuar.
Sentirse libre - ¡si! - ¿pero serlo?
Dostoievski aborda ampliamente esta cuestión en su novela Los Hermanos Karamázov. En el capítulo del “Gran Inquisidor” habla de que el objetivo de la vida humana no es la libertad, sino la felicidad y para ser feliz, el hombre debe deshacerse de la libertad y adoptar alguna filosofía que afirme tener todas las respuestas. El Inquisidor sostiene que la libertad es una carga insufrible porque conduce a la culpa interminable, al arrepentimiento, a la ansiedad y a las dudas irresolubles. El tercer hermano de los Karamázov, Dimitri, comenta: “El hombre es ancho, demasiado ancho; ¡yo lo haría más estrecho!”, y el Inquisidor aseguraría la felicidad humana “estrechando” la naturaleza humana. (1)
El gran don de libertad que se nos ha dado, aparte de ser un regalo, es también una tarea-aprendizaje para elegir el bien, para que nuestra libertad crezca. Así la vida humana se convierte en un camino apasionante, pero incierto porque si elijo mal tendré que cargar con las consecuencias. Mi libertad puede crecer, pero también puede disminuir. ¡Cuántos ejemplos nos pueden venir aquí a nuestra mente! Personas que buscando aparentemente ser más libres, acabaron dominados por el alcohol, las drogas o los juegos.
El Inquisidor de Dostoievski quiere convencer a Jesús que la gente quiere sentirse libre, no serlo. Por eso aboga por una libertad mejorada, controlada, una que destierre todas las dudas para acertar siempre. Parece que Dios nos ha hecho mal y que hay que corregir su obra. Llevar a cabo este planteamiento ayudaría al hombre a quitarse la carga de la responsabilidad de sus propias acciones. Si no se equivocara, no tendría que esconderse, no tendría miedo. Un buen plan, ¿no? Con esto se resolverían muchos problemas en el mundo, ¿pero seríamos todavía libres?
La libertad es una aventura
Para no errar en la búsqueda de una respuesta verdadera, nos falta preguntarnos: ¿por qué tenemos miedo a elegir y equivocarnos? ¿No nos apunta ese miedo a que no somos nosotros los que determinamos qué es el bien y el mal? Lo más grande, la verdad de las cosas, está fuera de nosotros, no la inventamos, se muestra ante nosotros y la reconocemos para acogerla o rechazarla.
Esto nos llevará a descubrir la importancia no sólo del “producto final”, sino también del proceso. (2) La vida humana se presenta como un camino de aprendizaje que a través del conocimiento y las experiencias podemos hacer madurar la libertad que está en nosotros. Este camino tendrá sus baches, montañas y colinas. Aparecerán también las tentaciones de tomar atajos. Pero ¿cambiarías la aventura y la belleza del paisaje por un camino sin vistas, ni emociones?
Paulina OMI
(1) cf. Artículo de Gary Saul Morson, Fiódor Dostoievski, El filósofo de la libertad en Letras Libres: https://letraslibres.com/uncategorized/fiodor-dostoievski-el-filosofo-de-la-libertad/
(2) Ibid.
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