Hace unos días tuvimos un encuentro misionero de familia oblata basado en el tema del DOMUND de este año “Seréis mis testigos”. El grupo misionero, formado por jóvenes adultos que se sienten vinculados a nuestra Congregación, preparó una dinámica en la que fuimos recorriendo la vida de diferentes testigos: hombres y mujeres frágiles y pecadores, pero que han sido dóciles a la voluntad de Dios y han experimentado en su corazón un deseo de seguirle y responder a su llamada.
En una de las etapas que tenía como protagonista al beato Carlo Acutis, se presentó un mural con un título:
Receta de santidad. No pude evitar sonreír cuando lo leí, quizás porque mi trabajo en la Delegación para las causas de los santos de la Diócesis de Madrid durante estos últimos años me ha ayudado a tratar a los santos con cierta familiaridad y a tenerlos como compañeros de camino.
Vinieron a mi mente las palabras de San Eugenio en el Prefacio a las Constituciones y
Reglas: “Deben trabajar seriamente por ser santos”. Así que … e voilà … Aquí tenemos
el punto de partida, es necesario ser santos y reavivar cada día la llamada a la santidad que cada uno de nosotros ha recibido en virtud de su bautismo. Siempre estamos en camino y la llamada a la santidad debería acrecentarse en nosotros con el paso de los años. Para no perder el rumbo contamos con la humildad, como brújula para el camino.
La palabra humildad aparece en nuestras Constituciones en varias ocasiones,
concretamente en tres:
"Humildes ante la propia insuficiencia, pero confiando en el poder de Dios, se
afanarán por conducir a todos, especialmente a los pobres, a la plena conciencia
de su dignidad de seres humanos e hijos de Dios” (C 8)
"Con la humildad y la fuerza de la caridad, expresarán su responsabilidad para con las demás en la corrección fraterna y en el perdón” (C 39)
"Las superioras y todas las que tienen alguna autoridad han de ser mujeres de fe y de oración. Con espíritu de humildad y obediencia sincera, buscarán la luz en Dios y en los consejos de las hermanas” (C 77)
Reconocer nuestra propia insuficiencia sintiéndonos necesitadas de la gracia de Dios,
ayudarnos y querernos unas a otras y cultivar un espíritu de discernimiento, vienen de la
mano de la humildad. ¡Qué necesario se hace hoy en día profundizar en esta virtud!
porque como decía la santa de Ávila “la humildad es andar en verdad”. La humildad es
la clave que nos conecta con el corazón de Dios, porque el Señor ama al humilde.
Marimar OMI
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