Cuando leemos o escuchamos la palabra PERSEVERANCIA, podemos relacionarla con términos como: fidelidad, firmeza, constancia… Quizás en nuestro día a día, es algo que nos cuesta vivir porque, ¿cómo continuar con algo que nos está haciendo sufrir?, ¿para qué seguir intentando aquello que no sale como esperamos? ¿para qué seguir confiando en los demás cuando parece que no están dispuestos a cambiar de actitud?
Posiblemente puedes hacer más preguntas que te lleven a decir: “Hasta aquí, no merece la pena seguir intentándolo” En los pasajes bíblicos, son muchas las personas que, con su ejemplo, nos muestran la importancia de perseverar, entre ellos Jesús: “habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo” (Jn 13, 1).
Varias son las personas que el Antiguo Testamento nos presenta como testimonio de perseverancia. Puedes leer aquí el de Ana.
En cierta ocasión se levantó Ana, después de comer y beber en Siló. El sacerdote Elí estaba sentado en el sitial junto a una de las jambas del templo del Señor. Ella se puso a implorar al Señor con el ánimo amargado, y lloró copiosamente. E hizo este voto: «Señor del universo, si miras la aflicción de tu sierva y te acuerdas de mí y no olvidas a tu sierva, y concedes a tu sierva un retoño varón, lo ofreceré al Señor por todos los días de su vida, y la navaja no pasará por su cabeza». Mientras insistía implorando ante el Señor, Elí observaba su boca. Ana hablaba para sí en su corazón; solo sus labios se movían, más su voz no se oía. Elí la creyó borracha. Entonces le dijo: «¿Hasta cuándo vas a seguir borracha? Echa el vino que llevas dentro». Pero Ana tomó la palabra y respondió: «No, mi señor, yo soy una mujer de espíritu tenaz. No he bebido vino ni licor, solo desahogaba mi alma ante el Señor. No trates a tu sierva como a una perdida, pues he hablado así por mi gran congoja y aflicción». Elí le dijo: «Vete en paz y que el Dios de Israel te conceda el favor que le has pedido». Ella respondió: «Que tu sierva encuentre gracia a tus ojos». Luego, la mujer emprendió su camino; comió y su semblante no fue ya el mismo. Se levantaron de madrugada y se postraron ante el Señor. Después se volvieron y llegaron a su casa de Ramá. Elcaná se unió a Ana, su mujer, y el Señor se acordó de ella. Al cabo de los días Ana concibió y dio a luz un hijo, al que puso por nombre Samuel, diciendo: «Se lo pedí al Señor». (1 Sm 1, 9-11)
Ana deseaba ser bendecida con un hijo, y perseveró en este deseo pidiéndoselo a Dios cada día. A pesar de ser juzgada por Elí de manera negativa, ella no cesa, ya que su amor hacia aquello que quiere es mayor que el pensamiento de Elí sobre ella.
Jesús, movido por el amor que siente hacia aquellos que el Padre le ha encomendado, no cesa en su acompañamiento y entrega, a pesar de que algunos no entienden su amor.
Ahora, piensa en aquello que has deseado últimamente, aquello que amas ¿lo has conseguido? ¿ha sido posible? Si ha sido así, enhorabuena, si no, ¿qué ha pasado? ¿cómo te has sentido? ¿cuál ha sido tu primera reacción?
Pide al Señor que te fortalezca y envuelva con su paciencia. En soledad no es fácil caminar, y menos aún cuando encontramos alguna piedra, hueco, subida y bajada en el camino, pero sabemos que no caminamos solos, hay personas que nos acompañan, nos animan, y aunque a veces nos cueste reconocerle, también Jesús camina con nosotros. Él a pesar de las dificultades que vivió, confía en el Padre, y su amor hasta el extremo por cada uno de nosotros le anima a seguir mirando hacia delante y perseverar en su
misión. Recuerda siempre que el Señor te mira con cariño, te acompaña y bendice cada esfuerzo que haces por pequeño que te parezca.
Te propongo que pienses y pidas a Jesús, aquello que necesitas para avanzar cada día en tu camino, por ejemplo: fortaleza, humildad, confianza... Anótalo y ponlo en un lugar visible en el que cada mañana puedas verlo y recordarlo.
Asun OMI
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