Mi nombre es Carolina y quien escribe hoy, no es la misma que hace unos cuantos años atrás. Sumergida en una vida de oscuridad y muerte. Una vida sin dignidad, ni identidad. Sometida al pecado y prisionera del mal; hacían de mi vida un completo desastre. Perdida y ciega, donde mis pasos no dejaban huella, donde mis actos no daban fruto, donde lo único que podía generar era dañar a otros y a mí misma.
Olvidé, olvidé quien era durante mucho tiempo. Perdí la sonrisa, la paz realmente me perdí durante por mucho, mucho, mucho tiempo… Supe que es caer al abismo de la oscuridad, supe que es creer no merecer nada, supe que es sentirse culpable, indigna, supe que es ver el sol y no sentir su calor y supe que es ver la luz y no poder caminar en ella. Pero hoy puedo decir que a pesar de todo lo vivido, de tanta tiniebla, de tanta pobreza, sólo basto un momento para que toda mi vida cambiara y éste fue mi encuentro con el Señor.
Cuanto más perdida me encontraba más fuerte se hizo su voz; tan fuerte que sacudió mi corazón y como de si de un huracán se tratase, removió todo mi ser. Tocando las puertas de mi corazón, despertando en mí deseos inexplicables. El Señor me llamó y me condujo hacia Él. Poco a poco, paso a paso, respetando quien era y, sobre todo, mi tiempo y mi espacio. Él con su delicadeza y caminando junto a mí, me hizo comprender en donde me encontraba, de la ceguera en mis ojos, de la oscuridad que me invadía. Este encuentro marcó un nuevo inicio, porque gracias a Él soy quien soy ahora, en este mismo instante.
Me devolvió la vida, me devolvió la dignidad…. Ahora soy libre. El Señor me enseñó a mirar mi historia como un regalo, Él me enseñó a amarla; porque de ahí me formó de nuevo, desde ahí pulió esta perla. Todas mis imperfecciones, todo lo vivido, todo lo sufrido y todo el daño causado se han hecho parte de mi crecimiento; en el Amor, en la Paciencia, en el Perdón, en la Misericordia.
Caminar al lado del Señor, y junto a Él, me permite gozar de la presencia de su amor, sentirme amada por Él, hizo posible la transformación de mi vida, sano mi corazón y me liberó de mi culpa. Nunca hubiera imaginado que esto podría pasarme a mí. Nunca hubiera imaginado que el Señor tendría sus ojos puestos en mí y, mucho menos, que me amara tal y como soy. Esto me costó creerlo, pero él siempre me ayudo a comprender que así era, ahora estoy totalmente convencida que ya no soy yo, sino que es Él en mí.
Solo me queda darle las gracias cada día y en cada momento, suplicarle que no me deje nunca que no aparte su mirada de mí y que me permita verle en todas partes porque sin Él soy como una flor marchita, como tierra sin agua; lo necesito y lo necesitaré siempre. A Él le debo mi vida, mi libertad, le debo mi alegría y una vida donde todo tiene sentido.
Gracias a Él, puedo comprender y entender mejor el porqué de mis experiencias vividas; soy capaz de ponerme en el lugar de mis hermanos; puedo mirar más allá de lo que hay frente a mí.
Gracias a Él puedo reconocerme y saber quién soy y como soy, y desde ahí poder amar en libertad y con honestidad. Gracias a Él, puedo dar lo mejor de mi corazón.
Y me gustaría terminar con esta oración de acción de gracias:
“Gracias Señor por allanar mi camino,
por apartar de él las piedras que me hacían tropezar,
por fortalecer mi hogar,
por la vida que me das,
por cada amanecer,
por todas las personas que has puesto en mi camino
y me han hecho crecer
y por las me han acercado más a Ti.
Gracias por ser Tú en mí y yo en Ti. Amén”.
Carolina Pino
Parroquia San Diego, (Madrid)
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