Los pobres nos evangelizan
En el mes de noviembre, la Iglesia nos invitaba a mirar a los pobres: celebramos la VI Jornada mundial de los pobres. El Papa nos proponía este lema: “Jesucristo se hizo pobre por vosotros”. Mantener la mirada en Jesús, que se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza, nos abre con humildad para mirar a los pobres que nos rodean, hacernos pobres como Jesús y con él estar cerca de aquellos que nos envía. Entrar en esta mirada de Jesús, recorrer este camino de pobreza, tiene como horizonte hallar la verdadera riqueza. Tiene algo de paradójico para este mundo, como escuchamos también en el sermón de la montaña: “Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos” (Mt 5,3)
Nosotros, cristianos, misioneros, corremos el riesgo de creer que sabemos el Evangelio, lo anunciamos a otros, a veces sintiéndonos superiores a ellos que no conocen a Jesús, nos situamos desde nuestra sabiduría y elocuencia, quizá tenemos más recursos personales y materiales, tenemos más “poder”, ... Te invito a que nos paremos un momento y pensemos: ¿qué hay de Evangelio en nuestro modo de evangelizar? ¿cuál es mi actitud ante los pobres en sus múltiples aspectos? Aprender a vivir pobres es todo un reto. Sabernos necesitados, sedientos, vulnerables, heridos,…, en resumen, criaturas limitadas ante nuestro Creador y Señor, nos pone en camino de dejarnos evangelizar por aquellos que estamos llamados a evangelizar desde lo que hemos recibido.
¿Lo que sobra o más?
En este último tiempo, la Palabra de Dios me ha dado una luz para profundizar en quienes son estos pobres que nos evangelizan, y cuáles son algunas de las actitudes y virtudes que nos evangelizan.
Una palabra del AT: “Los humildes y pobres buscan agua…” (Is 41, 17ss): el que busca agua, el que siente sed, es aquel que reconoce que no es autosuficiente, necesita de otro/s, de Otro, para colmar su sed, su necesidad. Su verdad es el de necesitado, y busca “fuentes de agua viva”. Así es el humilde -parafraseando a Sta. Teresa- el que anda en verdad. ¿Reconozco la verdad de mi pobreza más profunda: mi vulnerabilidad, mis heridas, aquello que no muestro en el escaparate?
Y una palabra del NT, sobre la viuda pobre:
“…todos éstos han echado como donativo de lo que les sobraba, ésta en cambio ha echado de lo que necesitaba, todo cuanto tenía para vivir” (cf. Lc 21, 1-4).
Jesús ensalza a esta mujer pobre, no porque no tuviera nada, no porque era generosa y hacía una ofrenda en el cepillo del templo, sino porque en su pobre ofrenda, aparentemente de poco valor, donaba todo lo que tenía para vivir. Su ofrenda es de la vida, no de cosas. ¿Cómo vivo la ofrenda de lo que realmente me importa en mi vida: ofrezco mi tiempo, mis energías, mis capacidades, aquello que es para mí de gran valor? ¿Le confío a Dios lo que soy y tengo?
Con ellos y entre ellos
Leemos en nuestra R.6: “Trabajando con los pobres y marginados, se dejarán evangelizar por ellos, pues a menudo les hacen escuchar de forma nueva el Evangelio que anuncian.” Ante esta invitación de la regla 6, recogida en nuestro ideal de vida, se nos presenta un mundo con numerosos pobres, y pobres en muchos aspectos. Algunos viven lejos de nosotros, otros no tanto, tal vez muy cercanos, quizá nuestros vecinos y familiares. Desde la pobreza encarnada por Jesús, podemos dejarnos evangelizar por aquellos sencillos, que nos reflejan este Evangelio viviente en este hoy y en nuestros lugares. Personalmente, reconozco que Dios me ha regalado un lugar de misión de entre los más pobres de Madrid. Aquí en la zona de Entrevías de Vallecas, compartimos nuestra vida cotidiana con muchos de ellos. Ya en la parroquia, ya en el colegio, ya cuando se pasea por el barrio y se toma el transporte público. Cada día el Señor me regala encuentros con personas que desde su situación de pobreza, ya material, ya social, ya espiritual, me abre el corazón para escuchar algo nuevo del Evangelio.
Un par de encuentros testimoniales:
Con una alumna de 15 años, me paraba con ella en uno de los pasillos del colegio donde doy clases de Religión. Le preguntaba como estaba, tras algunos encuentros anteriores que han sido de mucha agresividad contra alguna profesora. Su rostro me comunicaba su necesidad de ayuda, de ser escuchada y ser querida. De modo dócil, reconoció su necesidad de expresar lo que vive, que no se encuentra bien, y acogió mi deseo de ayudarle. Sentirnos vulnerables y necesitados de otros es el camino abierto por Jesús desde su hacerse pobre, por y con nosotros.
Un evento vivido en la parroquia de San Diego con nuestros mayores hace dos días. Desde el proyecto “Mambré”, de acompañamiento en la soledad, convocamos a una fiesta de fin del año litúrgico. Ellos desde su limitación de movilidad, con sus achaques se acercaron a compartir una tarde fraterna. El encuentro con otros, dejándose servir, jugando y cantando, llena el corazón de esperanza en medio de las dificultades del camino.
Verdaderamente el encuentro con nuestros hermanos, pobres y humildes, sencillos y débiles, nos permite tocar el Evangelio de Jesús, su Buena noticia de salvación, que llena de esperanza.
Irene OMI
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