¿Quién está con Jesús? Él miraba a toda la muchedumbre y a sus discípulos,
posiblemente habría gente sencilla, humilde, pobres… personas que necesitaban escuchar las palabras de Jesús porque les ayudaba a cambiar el corazón. ¿Quién es hoy esa muchedumbre? Puedo ser yo deseando escuchar su palabra, la necesidad de estar cerca de él. Pueden ser una madre, un padre, un hijo, una hija, un pobre…
Estaban todos atentos sin otra cosa que hacer que escuchar a Jesús. Me paro a pensar unos minutos, ¿estoy atenta/o cuando escucho las palabras de Jesús en mi vida de oración, en la eucaristía?, ¿su palabra me hace cambiar de actitud?. En el evangelio que vamos a leer ahora nos enseña muchas actitudes en las que podemos reflejarnos o aprender para tener un corazón abierto, generoso y que nos llena de felicidad.
Sube al monte con Jesús, siéntate y escúchale. Viendo Jesús la muchedumbre, subió al monte, se sentó, y sus discípulos se le acercaron. Y tomando la palabra, les enseñaba diciendo:
«Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán en herencia la tierra. Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos serán saciados. Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios. Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados seréis cuando os injurien, y os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos».
(Mt 5, 1-12)
Felices los infelices que no pierden la esperanza, los incompletos que siguen creciendo, los heridos que se dejan lavar las llagas, los vulnerables que no se avergüenzan de serlo.
Felices los fracasados que del golpe hacen escuela, los olvidados que recuerdan sin odio, los diferentes que se saben únicos, los enfadados que se ríen de sí mismos.
Felices los preocupados que bailan sobre charcos, los tímidos que alzan la voz, los profetas que rompen candados, los creyentes que preguntan. Felices, en este mundo turbulento, los buscadores de Dios.
(José María R. Olaizola, SJ)
Nos hace falta un espíritu de santidad que impregne tanto la soledad como el servicio, tanto la intimidad como la tarea evangelizadora, de manera que cada instante sea expresión de amor entregado bajo la mirada del Señor. De este modo, todos los momentos serán escalones en nuestro camino de santificación.
(GAUDETE ET EXSULTATE 31)
Todos los cristianos nos sentimos enviados a anunciar y llevar la alegría a los más abandonados. San Eugenio de Mazenod nos invita a seguir las huellas de Jesús:
"¿Qué han de hacer a su vez los hombres que desean seguir las huellas de Jesucristo, su divino Maestro, para reconquistarle tantas almas que han sacudido su yugo? Deben trabajar seriamente por ser santos, y caminar resueltamente por los senderos que recorrieron tantos obreros evangélicos, que nos dejaron tan buenos ejemplos de virtud en el ejercicio del mismo ministerio al que ellos se sienten llamados. Deben renunciarse completamente a si mismos, sin más miras que la gloria de Dios, el bien de la Iglesia y la edificación y salvación de las almas…
¡Qué inmenso campo se les abre! ¡Qué santa y noble empresa! Los pueblos se corrompen en la ignorancia supina de todo lo concerniente a su salvación; y de ahí nace el desfallecimiento de la fe, la depravación de las costumbres y todos los desórdenes que la acompañan. Es, pues, sumamente importante, es urgente hacer que vuelvan al redil tantas ovejas descarriadas, enseñar a los cristianos degenerados quién es Jesucristo, y arrebatándolo s al dominio de Satanás, mostrarles el camino del cielo. Hay que intentarlo todo para dilatar el reino de Cristo, destruir el imperio del Mal, cerrar el paso a innumerables crímenes, difundir la estima y la práctica de todas las virtudes, llevar a los hombres a sentimientos humanos, luego cristianos, y ayudarles finalmente a hacerse santos."
Vito OMI
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