Hace falta tan poco para poder experimentar que el amor de Dios es inmenso. Solo hay que abrir el corazón, los ojos y los oídos para poder descubrible en todo lo que nos rodea y en todos aquellos que están a tu lado.
Es justamente lo que pudimos experimentar en estas dos semanas de campamento parroquial en San Cristóbal de Segovia y Trescasas. Han sido momentos de compartir, aprender, conocer y descubrir que tan poco necesitamos para reír.
Para la realización de estos campamentos contábamos con la ayuda de alguna de nuestras hermanas, los catequistas de San Cristóbal, adolescentes y de dos seminaristas de Madrid.
Mucho podríamos escribir de lo que ha significado, para cada uno de nosotros este tiempo. Es mejor, que lo cuenten Guille y Álvaro, ya que con su presencia han aportado mucho, en tan pocos días, a todos aquellos que se cruzaron es sus caminos.
Yo vine a ayudar
El campamento de verano en San Cristóbal ha sido un regalo de Dios. En apenas 5 días ese pueblo y todas las personas que le dan vida se ha ganado un hueco en mi corazón. Conocer a la feligresía, a las hermanas, a los niños, los jóvenes, y a algún sacerdote y meterme dentro de la difícil realidad que viven para continuar fieles en el seguimiento de Cristo me enciende y me anima a seguir adelante con mi vocación.
En concreto el campamento de verano han sido 5 días en los que me he vuelto a reír, he vuelto a jugar, a cantar, a bailar y disfrutar como un niño más junto a todos los que nos rodeaban. Los talleres, la marcha a Segovia, la piscina, los juegos... y sobre todo la oración y la familiaridad con Cristo!
Con qué naturalidad y alegría se vive la fe cuando estás tan bien acompañado! Cuánto me queda por aprender de los niños, de su sencillez y de su alegría. ¡Cuánto me hablan de Dios! Yo vine a ayudar y he acabado siendo ayudado por ellos.
Guillermo Ara Cruz
Seminarista de Madrid
Hacerme más misionero
Una cosa que me impresionó cuando llegué a Segovia fue contemplar la silueta de la catedral emergiendo en medio de dorados campos de trigo, me resultó inevitable recordar en ese momento sus palabras: «La mies es mucha, pero los obreros pocos».
He podido comprobar en estas dos semanas en los campamentos parroquiales de San Cristóbal y Trescasas que la mies es mucha, niños que tienen deseos de conocer a Jesús, pero ahí, a su servicio, está la Iglesia.
Las frías piedras de la Catedral que se ven desde lejos se convierten aquí en piedras vivas no tan visibles, más discretas, pero operantes, como la levadura en la masa o la sal en el pan, piedras vivas que son las Misioneras oblatas de María Inmaculada, que, junto a los sacerdotes de la zona y un grupo de catequistas dan testimonio con su vida y entrega a los niños y a sus familias, que Cristo vive, les ama y tiene un proyecto de vida para ellos. Y esto me ha interpelado mucho.
En mi camino de formación para el sacerdocio si Dios quiere, estos campamentos me han ayudado a profundizar más en la caridad pastoral, a crecer en la solicitud por las ovejas, buscando siempre lo mejor y más eficaz para acercar a los niños a través de catequesis, oración, juegos y talleres al corazón de Cristo, para que cada uno pueda vivir una relación de amistad con Él.
Hay una diferencia muy clara entre un campamento al uso y los campamentos que hemos vivido, que en estos últimos Jesús era el centro y eso se nota.
Doy gracias a la Iglesia por su fidelidad a la llamada misionera que recibió de Jesús y que sigue respondiendo aquí en Segovia, a las OMI, a los niños y sus familias, por formar mi corazón en este tiempo de verano y hacerme más misionero.
Atardece un día más y el sol se pone bañando con destellos de luz ocres y naranjas la torre de la Catedral de Segovia susurrándome al oído del corazón aquellas palabras del místico poeta que descansa en esta ciudad "a la tarde te examinarán en el amor".
De nada más, así que ahora toca seguir adelante, siendo testigo del amor de Dios allí donde Él quiera llevarme.
Álvaro Simón
Seminarista de Madrid
Comments