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Feliz de ser Oblato

Compartiendo vida y misión

Soy Antonius Sussanto, sacerdote oblato de Indonesia. Procedo de una familia católica sencilla que vive en un pueblo. Soy el hijo mayor de tres hermanos y dos hermanas menores, y desde mi infancia tuve la idea de ser sacerdote. Me gustaba ser sacerdote porque quería llevar sandalias como las llevaban algunos sacerdotes. Pero después de tener un encuentro con un oblato me atrajo la gran cruz que llevaba. Ahora comprendo que las sandalias se han convertido en las sandalias misioneras que me permiten ir en misión predicando a Cristo crucificado.


Ahora soy párroco en la parroquia de San Esteban, situada en Malinau, diócesis de Tanjung Selor, en Kalimantan del Norte, Indonesia. Los ministerios parroquiales son variados, desde los servicios sacramentales litúrgicos hasta los ministerios categoriales. La celebración de la misa con los fieles, la administración de los sacramentos, la enseñanza del catecismo, las devociones, los consejos, las visitas pastorales, la pastoral juvenil y los servicios sociales son algunos de los trabajos ordinarios que se realizan en la parroquia. Para mantener esos diversos ministerios, trabajo en equipo con los miembros del consejo parroquial. Conmigo hay otros dos sacerdotes como asistentes, un oblato y un diocesano, vivimos juntos como una sola comunidad.



La parroquia de Malinau cuenta con más de tres mil feligreses de diferentes orígenes, tanto locales como inmigrantes. Observamos un trasfondo multicultural que nos hace ricos en diferencias. A menudo hacemos una representación cultural que nos ayuda a profundizar nuestra fe. Este encuentro nos ayuda a aceptarnos unos a otros y a comprendernos mejor. Al tratar con muchos feligreses y otras personas, mantengo mi identidad de oblato y sacerdote para que la gente me reconozca fácilmente. Estoy contento de ser sacerdote oblato.  Lo más importante para mí es que mi vida y mis ministerios me aporten felicidad como signo de la presencia de Dios.  La cruz de la misión me recuerda la verdadera felicidad, aunque habrá muchos dolores, pero todo acabará con alegría. Llevar la cruz oblata me recuerda a Aquel que me llamó y me envió. Gracias a Dios que me ha confiado esta vocación y misión. Y continúo pidiendo sus oraciones, mis hermanos y hermanas, para que sus bendiciones me fortalezcan siempre. Manténganse en contacto en la oración, gracias.



P. Sussanto OMI

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