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El regalo del nombre

Cada 17 de febrero, los Misioneros Oblatos de María Inmaculada celebran el aniversario de la aprobación de sus Constituciones y Reglas. A dos años de celebrar su 200 aniversario, nos unimos con alegría a toda la familia oblata: oblatos, laicos y laicos y consagradas en este día en el que damos a gracias a Dios por haber recibido este hermoso nombre que es para todos, un pasaporte para el cielo. Este mes comparte con nosotros su reflexión el P. Louis Lougen, omi, Superior General de los Misioneros Oblatos de 2010 a 2022, a quien le estamos muy agradecidas por su generosa disponibilidad y por sus muestras de cariño, cercanía y amistad a lo largo de todos estos años.

“En nombre de Dios seamos santos”


Cuando los Oblatos de Brasil celebraron 50 años de misión, Mons. Pedro Casaldáliga, misionero claretiano, profeta, poeta y místico, nos envió una breve nota manuscrita, "maria: oblata dos oblatos", animándonos a contemplarla.  Esto me viene a la mente mientras os escribo, queridas hermanas oblatas, amigas en esta peregrinación de esperanza.  Habéis celebrado con alegría y gratitud vuestro 25º aniversario y tenéis especialmente presente a la Virgen Inmaculada.  Volviendo a la nota de Mons. Casaldáliga, en ella nos animaba a contemplar a María, como la expresión más plena de lo que significa ser Oblata, ser Oblato. En María de Nazaret hay una entrega total de sí misma a Dios.  Ella está llena de Dios, de amor, de gracia y en ella no hay mancha, ni sombra. Tota pulchra es Maria.  


San Eugenio captó esto en nuestro nombre. Para él, nuestro nombre no era simplemente un título devocional, una referencia piadosa a la Madre de Dios. Este nombre evolucionó a lo largo de diez años, pasando de ser Misioneros de Provenza a Oblatos de San Carlos y, finalmente, Misioneros Oblatos de María Inmaculada. Eugenio se regocijó de alegría y deleite y ¡se preguntó por qué no había pensado antes en este nombre! 


¿Qué significa este nombre?

Misioneros que deben esforzarse por pertenecer enteramente a Dios y a María. El autor espiritual Henri Nouwen, escribió que el objetivo de la vida espiritual es llegar a ser más y más poseído por el Espíritu de Dios. Ser Oblata, ser Oblato, de María Inmaculada significa que estamos en una peregrinación para ser cada vez más poseídos por Dios, para que nuestras vidas irradien a Cristo (y no a nuestros propios egos) en la misión a los pobres y en la vida comunitaria. Para Eugenio, ser poseído por el Espíritu, se expresaba como la llamada a la santidad: "¡En el nombre de Dios, seamos santos!".  


He descubierto que ¡no tenemos mucho interés en hablar de la santidad! Como misioneros, encontramos este tema desconectado de la realidad, un tema alienante que nada tiene que ver con la misión. Sin embargo, todo lo contrario, ese esfuerzo por ser transformados por la gracia está directamente relacionado con la calidad de nuestro compromiso misionero con los pobres y con la capacidad de formar una vida comunitaria autentica y profunda.  


San Eugenio quería misioneros extraordinarios para responder a las necesidades misioneras más urgentes de la Iglesia. Con María como modelo y guardiana de nuestra vida consagrada, no podía haber misioneros mediocres, ni mechas humeantes, ni llaneros solitarios.


Ser Misionera Oblata, ser Misionero Oblato de María Inmaculada expresaría la entrega consumada de sí misma, de sí mismo, para la misión de Dios ejemplificada en María.

Al celebrar el 198º aniversario de la aprobación de las Constituciones y Reglas por el Papa León XII el 17 de febrero, celebramos también con mucho cariño y alegría el regalo de este nombre hermoso para nuestra familia misionera, un regalo que sigue teniendo un inmenso potencial para nosotros. Si hacemos honor a nuestro hermoso nombre, tomando en serio la llamada a la santidad, seremos intrépidos misioneros de los pobres, sin dejar nada sin hacer por el Reino de Dios. Formaremos comunidades apostólicas fuertes que recrearán la vida de los primeros cristianos, que tenían un solo corazón y una sola alma.  


Nos dirigimos a la Madre de Jesús, "la oblata de los oblatos", sabiendo que nos acompaña en nuestra peregrinación de santidad, pidiéndole que nos ayude a ser misioneras y misioneros, plenamente poseídos por el Espíritu de Dios.  ¡Alabado sea Jesucristo y María Inmaculada!




P. Louis Lougen OMI

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