El día de nuestra oblación perpetua adquirimos un compromiso, que, con la ayuda de Dios, será para toda nuestra vida. Con nuestro Sí, manifestamos nuestra adhesión no solo al plan de Dios sobre nosotras, sino también a la Congregación. Por ello somos responsables del patrimonio común del Instituto como dice nuestra constitución 124, un patrimonio que viene expresado en las Constituciones y Reglas y en nuestra tradición de familia. Como oblatas se nos pide que nos dejemos guiar por estas normas con una fidelidad creativa a la herencia legada por San Eugenio de Mazenod.
He de reconocer que esta constitución siempre me ha parecido un broche de oro a nuestra regla de vida. Nada más hermoso que terminar hablando de vivir en fidelidad. Algunos seguramente lo vean como algo estático, sin embargo, su esencia nos habla de otra cosa. La fidelidad tiende a ser dinámica, libre y creativa. Decir de una persona que es fiel, es otorgarle una virtud, resaltar un aspecto positivo de su ser, de su interioridad, es ponerla en valor. Una persona que es fiel es firme en sus propósitos y compromisos y responde a lo que se le pide o espera de ella. La fidelidad conlleva siempre un cambio, ser fieles significa avanzar y ser generosos, porque no se puede vivir siempre de la misma manera como tampoco es bueno encerrarse en estructuras o mentalidades pasadas. Avanzar sin olvidar nunca la propia identidad, siendo fieles al camino del Evangelio y de la misión.
A pocos meses de nuestro próximo Capítulo General, la llamada a la fidelidad y a la renovación resuena con fuerza. Es imposible no tener presentes las palabras de San Eugenio en el Prefacio de las Constituciones y Reglas:
“La Iglesia, preciada herencia que el Salvador adquirió a costa de su sangre, ha sido en sus días atrozmente devastada… En esta lamentable situación, la Iglesia llama a voces a los ministros a quienes confió los más preciados intereses de su divino Esposo, para que se esfuercen en reavivar con la palabra y el ejemplo, la fe a punto de extinguirse en el corazón de buen número de sus hijos” .
Nuevamente experimentamos una invitación a vivir la conversión personal que no es otra cosa que ser fieles a la vocación recibida. Solo así se generará una corriente de gracia que nos permitirá conversar guiadas por el Espíritu Santo.
La dinámica vivida en el Sínodo de los Obispos nos puede dar algunas claves sobre esta conversación en el Espíritu y el discernimiento que como Congregación estamos llamadas a vivir en el Capítulo. Siendo dóciles a las inspiraciones de este Espíritu y teniendo el corazón atento a los signos de los tiempos, podremos seguir avanzando, en comunión con toda la Iglesia, en esta misión común que Dios confía a nuestra familia carismática.
Para terminar, podemos mirar a las mujeres del Evangelio y aprender de ellas como vivir fieles al Señor y a su Palabra. Como iconos de la fidelidad tenemos a María de Magdala, la mujer que, tras encontrarse con Jesús, dio un giro a su vida y será fiel a su amor hasta el final. Nunca olvidará lo que Jesús hizo por ella y por eso su fidelidad permanecerá hasta el momento de la Cruz. Y como no, nuestros ojos siempre se vuelven a María, ella es el mejor modelo de fe y de fidelidad creativa.
Que María nos acompañe en nuestro camino y nos siga enseñando cómo ser María hoy, es un reto especialmente para todas las mujeres, laicas y consagradas, que vivimos el carisma. Que María sea para nosotras el mejor modelo para vivir nuestra vocación y misión.
Mari Mar OMI
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