Me gustaría comenzar citando un texto de Juan Pablo II de la Redemptoris Mater en el que el Papa subraya cómo “la feminidad tiene una relación singular con la Madre del Redentor”, continua diciendo “la figura de María de Nazaret proyecta luz sobre la mujer en cuanto tal por el mismo hecho de que Dios, en el sublime acontecimiento de la encarnación del Hijo, se ha entregado al ministerio libre y activo de una mujer”; por tanto “la mujer, al mirar a María, encuentra en ella el secreto para vivir dignamente su feminidad y para llevar a cabo su verdadera promoción”. Y sigue poniendo en luz las dotes peculiares de toda mujer, particularmente de la consagrada:
“A la luz de María, la Iglesia lee en el rostro de la mujer los reflejos de una belleza, que es espejo de los más altos sentimientos, de que es capaz el corazón humano: la oblación total del amor, la fuerza que sabe resistir a los más grandes dolores, la fidelidad sin límites, la laboriosidad infatigable y la capacidad de conjugar la intuición penetrante con la palabra de apoyo y de estímulo” (RM 46).
Cuando leía estas líneas pensaba en la conexión con nuestra vocación como mujeres consagradas que viven el carisma oblato. La figura de María proyecta una luz sobre nuestra consagración, encontramos en ella un modelo de vivir nuestro ser mujer y nuestra vocación. Voy a centrarme en algunas claves:
- La primera clave sería la oblación desde nuestro ser mujer: La oblación nos dice quiénes somos y por qué hacemos lo que hacemos y cómo lo hacemos. Es también nuestra manera de entregarnos en totalidad como mujeres consagradas, a ejemplo de María. Nos sentimos llamadas a entregarnos enteramente a Dios y a los hermanos por medio de la oblación perpetua. Es la entrega que nace de las propias entrañas, de lo profundo de nuestro ser y que nos impulsa siempre a darnos, a ofrecer nuestra vida, a soportar los sufrimientos y contrariedades de la vida, a sostener al que lo necesita desde una oblación total de nosotras mismas que nace únicamente del amor y de la fidelidad.
Nosotras como consagradas, pero también cualquier mujer, se identifica con este sentido de la entrega y una entrega que nace de lo más profundo e íntimo de su ser. Como partícipes del carisma oblato, descubrimos que vivimos como mujeres el valor de la oblación, como donación total de nuestras personas, acogiendo a Cristo para darlo al mundo a ejemplo de María.
- Otra clave es la dimensión de la maternidad: Como mujeres llevamos grabado en nuestro ser el don de poder dar vida. Como mujeres nos sentimos llamadas a ser madres, nosotras como consagradas expresamos esta maternidad en un sentido espiritual para dar la Vida que es Jesús mismo. En medio de nuestro mundo descubrimos como un signo la virginidad y maternidad espiritual, acogiendo la vida que viene de Dios, dejando al Espíritu que viva en nosotras. La maternidad se expresa a través de la ternura, de la bondad, manifiesta una sensibilidad especial hacia los más necesitados. Dios es ternura y misericordia. Nuestra manera de mostrarnos cercanas a la gente es a través de la ternura, lejos de caer en sentimentalismos, es una preciosa expresión de la forma de acercarse Dios a tocar la pobreza y debilidad. La ternura es el lenguaje que todos entienden.
- Como tercera clave tenemos la dimensión apostólica. En el mundo actual, la mujer ocupa un lugar primordial en diferentes ámbitos de la sociedad y de la Iglesia. La mujer, desde su mismo ser, hace una aportación única a la vida de la Iglesia y al mundo. San Eugenio, invitaba a los Oblatos a ser hombres apostólicos, nosotras en nuestras Constituciones y Reglas hablamos de ser “mujeres apostólicas”. Ser mujeres verdaderamente apostólicas es una llamada a vivir desde la centralidad en Jesús, a dejar a Cristo vivir en nosotras mismas, y a desarrollar nuestra misión en y por la comunidad a la que pertenecemos. Solo así podremos transparentar las maravillas que Dios realiza a través de nuestra fragilidad. De nuestro compromiso con Cristo esposo, nace la fidelidad que se manifiesta en el compromiso con la Iglesia y con los hermanos. Queremos comunicar la propia vida de Jesús poniéndonos al servicio de los más abandonados.
Espero que estas líneas nos ayuden a seguir profundizando en la dimensión de la mujer, también en la aportación de la mujer al carisma oblato.
Marimar OMI
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