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Decirte “sí”, como María

Sin terminar este camino Pascual, despunta, sin casi darme cuenta, el mes de mayo, y todo me habla de ti, Madre, todo.



Me admira y emociona, Tu fe inmensa, y Tu confianza inquebrantable en Dios, especialmente me sobrecogen tus palabras, que son entrega de vida: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra». (Lucas 1, 38).


Te identificaste como la “esclava del Señor”, nacida para servir a Dios, intuyendo que tu vida no era tuya, y que debías cumplir una misión: dar vida al hijo de Dios. Sin dudarlo, dijiste “si”. Dijiste “si”, desconociendo a qué, pero sabiendo que se lo decías a Dios mismo, pues solo una cosa importaba; cumplir Su voluntad.


Decirte “sí”, como María

Desde ese momento, nada fue igual, todo cambió, te quedaste “sola” con Dios y Dios contigo, nada más importaba, nada más era necesario. Así, de forma serena, sencilla y silenciosa te llenaste de alegría esperanzada, pues Dios contaba contigo para cumplir su plan. Después, vendrían las dudas, la soledad, el miedo, el dolor, pero, sin dejar de confiar, en silencio y calladamente en tu interior, nunca dejaste de pronunciar “el hágase”.


Y yo Señor, ¿cuántas veces te he fallado?, ¿cuántas veces, como Pedro, te he negado?, ¿de qué formas tan distintas te he rechazado?. Te miro a ti, Madre, y me siento pequeña, insignificante, indigna, quisiera paréceme más a ti; mirar, callar y esperar como tú, amar y confiar como tú. Quisiera una fe como la tuya, también quisiera ser una madre como tú. Nada de esto es posible si camino sola, sino me abandono en el Señor, porque, aunque muchas veces no le busque, ni le sienta, sé que siempre está a mi lado; en silencio, llamando, esperando y perdonando.


Nade es posible sin ti, Señor, y todo es posible Contigo. Reconozco tu presencia y tu obrar sigiloso y constante en muchas circunstancias de mi vida, en tantos momentos regalados y sobre todo, en tantas personas que has puesto a mi lado, que no puedo dejar de agradecer tanto amor inmerecido, un amor inagotable que solo desea ser acogido, cuidado y cultivado para dar fruto y fruto abundante. María, ayúdame, para que como tú, también sepa decir “si” a Dios, siempre y hasta el final, para que se cumpla en mí y en los míos, su voluntad.

Marta de la Fuente , laica de Segovia

Marta de la Fuente

laica de Segovia

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