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Amando entrañablemente a nuestra Iglesia

En la vida de San Eugenio hay dos amores que se confunden, el amor a Jesucristo y el amor a la Iglesia. Como Misioneras Oblatas, también nos sentimos llamadas a amar a Jesucristo y a amar a la Iglesia de la misma forma.

¿Dónde se expresa este amor a la Iglesia en nuestras Constituciones y Reglas?

Miro entre sus páginas y me paro en el Prefacio. Descubro en él una llamada que siempre se hace nueva. Algo en mí despierta, como me dijo en cierta ocasión un buen amigo:“el Prefacio

es como la llave del motor de arranque de un coche”. Es un texto que, aunque fue escrito hace casi 200 años, sigue motivando e inspirando la vida de muchos hombres y mujeres que como San Eugenio, han escuchado el llamamiento de la Iglesia a través de las necesidades de salvación.

El Prefacio sólo podemos leerlo desde el corazón. San Eugenio ama a la Iglesia con un amor entrañable, lo expresa así:

“La Iglesia, preciada herencia que el Salvador adquirió a costa de su sangre, ha sido en sus días atrozmente devastada… En esta lamentable situación, la Iglesia llama a voces a los ministros a quienes confió los más preciados intereses de su divino Esposo…la consideración de estos males ha conmovido el corazón de algunos sacerdotes celosos de la gloria de Dios”

El corazón no puede sino conmoverse ante tal necesidad y ¿cuál será su respuesta?


¿Cómo expresamos este amor a la Iglesia?


“Por amor a la Iglesia, las Oblatas cumplimos nuestra misión en comunión con los pastores que el Señor ha puesto al frente de su pueblo” (Constitución 6). Este amor a la Iglesia lo expresamos en primer lugar cumpliendo nuestra misión en comunidad, poniéndonos al servicio de las necesidades más urgentes. Viviendo en comunidades apostólicas, tratamos de vivir según el modelo de la comunidad de los apóstoles con Jesús, y esto es lo que deseamos transmitir a las comunidades cristianas en las que desarrollamos nuestra misión: un estilo de vida sencillo, con espíritu de familia, con alegría, con cercanía…


En segundo lugar, las Oblatas, al igual que los Oblatos y toda la Familia Oblata, nos sentimos profundamente hombres y mujeres de Iglesia, todo lo hemos recibido de ella.

Las Misioneras Oblatas, nacemos en la Iglesia y somos para la Iglesia. Como Instituto Religioso hemos recibido la aprobación de la Iglesia, nuestras Constituciones y Reglas han sido confirmadas como camino de santidad en la vocación recibida y profesada. La Iglesia nos ha acompañado en nuestro camino y nos ha ayudado a crecer. Trabajando en comunión con los pastores y demás obreros del Evangelio, echando raíces en la Iglesia, es como hemos ido desarrollando la misión y solo desde el amor a Jesucristo y el amor a nuestra madre la Iglesia podremos dar fruto abundante y ponernos al servicio de los más necesitados.

Marimar OMI

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